La sexualidad es una dimensión natural y amplia de nuestra experiencia vital como seres humanos, que nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos, y que engloba mucho más que cuestiones físicas. Es evidente que los aspectos psicológicos (mental, emocional, espiritual incluso) y sociales (contexto cultural, histórico-temporal, familiar, etc.) están totalmente entrelazados con ese aspecto más biológico de nuestra naturaleza y que todo ello, junto a nuestras experiencias personales, dan lugar a una única, distinta y propia manera de vivir la sexualidad.

Vivimos en una sociedad compleja, donde se mezclan una serie de factores que hacen completamente necesaria la integración de una educación sexual que tenga esta mirada biopsicosocial de la sexualidad. El cada vez más temprano acceso sin filtros a internet y redes sociales  por parte de la juventud, la falta de herramientas en adultos para educar en sexualidad,  el bombardeo continuo de mensajes (a través de televisión, anuncios, canciones, películas, videojuegos, etc.) que hacen confundir y tambalear unos valores y derechos humanos básicos, la cantidad creciente de problemas de salud individual y social, en gran parte favorecida por estos motivos, hacen evidente el vacío que existe en este aspecto y la necesidad de llenarlo.

La educación sexual integral desde la infancia, adaptada según el rango de edad y madurez, enseña valores como el respeto, la responsabilidad y la reciprocidad. Promueve una sexualidad sana y auténtica, como base de una fundamental autoestima para crecer con confianza y seguridad. Facilita el autoconocimiento, ayuda a prevenir abusos sexuales y la violencia sexual,  favorece la igualdad de género, la tolerancia, la buena convivencia y el respeto. No es más que ofrecer herramientas para poder tomar las mejores decisiones en su día a día y en su futuro.

La principal educación sexual de una persona viene de su familia, de sus cuidadores principales, pero es innegable también la influencia del entorno escolar, donde pasan muchas horas diarias, estando a veces incluso más tiempo que con la propia familia, y social (no podemos aislarnos, ni debemos, de nuestro entorno. Somos seres sociales y cada persona aporta su granito de arena en la configuración de esta sociedad). La sexualidad es inherente a cada persona, por tanto no es algo que podamos dejar en casa guardada hasta volver del colegio o instituto. Por todo esto también es tan necesario tomar consciencia desde los centros educativos de la importancia que tiene implicarse en ello. Por el presente y futuro de cada alumno y alumna, y por tanto de la sociedad en general. Ser aliados…

Aquí ofrezco un pequeño decálogo de los cimientos de toda educación sexual:

  • PRESENCIA. Estar, con todos nuestros sentidos, acompañando a nuestros/as niños/as y adolescentes es evidente que se torna fundamental. Pasar tiempo en su compañía, tiempo real donde no haya interrupciones constantes del móvil ni otras distracciones, para poder crear, alimentar, cuidar y proteger el vínculo que nos une. Ese vínculo y conexión que es cuna de una educación profunda y sólida.

  • CONSCIENCIA. Prestar atención verdadera a lo que les ocurre, a sus cambios e inquietudes… Todo esto nos va a permitir conocerlas/os y poder ofrecer las mejores herramientas de manera individualizada, respetando ritmos y necesidades.

  • ESCUCHA ACTIVA. Estar presentes en modo de apertura y con plena disposición sirve para generar espacios de diálogo, de confianza, respeto y seguridad. Espacios que serán refugio.

  • RESPUESTAS. Ofrecer respuestas con calma y sinceridad a sus preguntas, adaptándolo a su nivel de madurez (pero confiando también en su capacidad de entendimiento), o buscando esas respuestas en conjunto, si es necesario. No postergar para después, esperando que se olviden o pasen a otra cosa. Y si no es momento de contestar, decírselo con honestidad, también necesitamos pensar las cosas a veces, pero buscar luego el momento para responder. Mantener conversaciones constantes y consistentes es un ancla, siempre.

  • LÍMITES y VALORES. Cuando los límites no asfixian, porque son adecuados, contienen y sostienen. Enseñan a su vez a marcar sus propios límites. Encontrar esa fina línea entre los límites y permitir explorar con seguridad y confianza. El arte de la crianza. Educar en valores, además, es ofrecer columnas firmes sobre las que contruir nuestra vida y que no tambalearán cuando el viento arrecie, serán guía y verdad.

  • OPORTUNIDADES. En nuestro día a día hay múltiples oportunidades para ofrecer educación sexual, dando rienda suelta a nuestra creatividad. Ya sea aprovechando canciones, películas, cuentos, el juego simbólico, dibujos, historias de familiares y amistades, etc. No hay que esperar a la gran «charla». En nuestra cotidianeidad encontramos muchos momentos donde construir. Sólo tenemos que mirar con ojos atentos.

  • NATURALIZAR. Si comprendemos que nuestra dimensión sexual forma parte de nuestra naturaleza humana, podremos tratarla como merece y corresponde, sin misticismos ni tabúes, sin mitos erróneos, desde el respeto y la dignidad. Nombrando cada parte del cuerpo correctamente, enseñando su cuidado, entendiendo su funcionamiento, comprendiendo las emociones, la diversidad, las relaciones, los cambios de la pubertad, y un largo etc.

  • REVISAR nuestra mochila. Para poder ofrecer una buena educación sexual integral es esencial servir como modelos reales, positivos y coherentes. Es muy importante revisar de dónde venimos, cuál fue nuestra educación sexual (es imposible no recibir alguna, aunque sea desde el silencio, se recibe educación sexual), cómo vivimos nuestra sexualidad, que creencias, prejuicios, miedos tenemos… Es un trabajo personal muy necesario, y enriquecedor además.

  • DEJAR SER. Y expresar a propia esencia y naturaleza, permitir desarrollar los criterios propios. La sexualidad es diversa, no hay una única manera de vivirla ni podemos imponer nada al respecto a los demás. No somos carpinteros de nuestra infancia ni adolescencia, somos jardineros. Se trata de poner las condiciones óptimos para que cada persona pueda crecer y florecer, como quiera que sea. No de cortar y moldear a nuestro antojo.

  • APOYAR siempre. En algún momento puede que se equivoquen, al igual que nos pasa a los adultos a menudo. Nuestro deber es prestar apoyo, ser faro siempre para que puedan llegar a buen puerto. No podemos navegar por ellos/as, pero sí estar siempre ahí.

Espero que estas ideas puedan ser una pequeña semilla en tu interior que germine y encuentre la manera de ofrecer la mejor educación sexual a la infancia y juventud de tu entorno, seas madre, padre, abuela, docente o tengas el vínculo que tengas. Eso intento en cada taller sobre educación sexual en familia que ofrezco (si te interesa llevarlo a tu centro educativo o comunidad, puedes ponerte en contacto conmigo). Espero ahora lograrlo a través de aquí. Muchas gracias por leerme.