Cada vez es mayor la evidencia que asocia los químicos industriales con múltiples problemas en la salud y en la reproducción. La industria química fue creciendo en las últimas décadas, a la par que la incidencia de muchas patologías.

Múltiples datos científicos y epidemiológicos sugieren que algunas sustancias químicas actúan como disruptores endocrinos. ¿Esto qué significa? Que actúan interfiriendo en el equilibrio hormonal fisiológico del organismo, como si fueran una especie de «hackers» del sistema, y como consecuencia ser parte de los factores etiológicos de múltiples enfermedades.

Estos disruptores pueden actuar de diferentes maneras, a veces uniéndose a receptores hormonales (por ejemplo, el receptor estrogénico) y activándolos, otras haciendo lo contrario, a veces activando genes, y un largo etc. Un tema complejo en el que los estudios son lentos porque, al no ser posible estudios experimentales, estos suelen ser observacionales y en animales. Por otro lado, hay un complejo conflicto de intereses económicos y políticos que no facilita la regulación de todo esto.

Pero cuando la salud de las personas y del medio ambiente está en juego, no siempre es necesario esperar a una certeza científica, si con los datos existentes ya podemos tomar ciertas acciones preventivas.

La exposición a estos químicos (usados en los plásticos, pesticidas, cosméticos, productos de higiene íntima, juguetes, etc.) la tenemos a través de la contaminación del aire y del agua, de la contaminación de la cadena alimentaria y de productos de consumo. La gran mayoría los ingerimos, pero también los inhalamos o absorbemos e incluso los «heredamos» durante nuestra etapa embrionaria.

El tiempo de exposición importa, así como el momento en la vida de una persona en la cual está expuesta, ya que hay etapas de mayor susceptibilidad, como la embriogénesis (la etapa más temprana del embarazo), la vida fetal, toda la infancia y la adolescencia.

Evitar la exposición a disruptores puede estar limitada por las circunstancias socioeconómicas (como consumir comida orgánica), pero hay muchos actos que están al alcance de todos (lavarse bien las manos antes de comer, limitar el uso de ciertos productos de higiene, usar botellas de vidrio, evitar envoltorios plásticos, etc.)

El personal sanitario tenemos un rol importante como enlace entre la investigación científica y la sociedad, debiendo incluir en el cuidado de la salud información sobre la exposición a tóxicos ambientales, saber identificarlos, cómo intervenir para prevenirlos y/o reducir el tiempo de exposición.

¿CUÁLES SON Y DÓNDE ESTÁN?

Existen más de 800 compuestos químicos descritos como disruptores endocrinos, con nombres raros y difíciles de recordar. Paso a nombrar a continuación algunos de los más conocidos.

  • BISFENOLES. El más conocido es el bisfenol A (ya prohibido en algunos productos), pero hay muchos otros, como el S, F, B o AF. Se usan en el plástico, como envoltorios de comidas, botellas, juguetes, contenedores, etc., pudiendo llegar al organismo a través de su ingesta, acumulándose en el tejido graso y actuando al unirse a receptores de estrógeno.
  • FTALATOS. Se usan en cosmética, plásticos, juguetes, equipamiento médico… Y también tienen afinidad por receptores estrogénicos. En UE están prohibidos, pero no en EEUU.
  • ATRAZINA. Se usa como pesticida en la agricultura, contaminando alimentos y agua, y permaneciendo sus metabolitos activos durante mucho tiempo.
  • METALES PESADOS. Como el cadmio (usado en baterías, por ejemplo), el plomo (en algunas pinturas, etc.) y el mercurio (usado en procesos industriales, contaminando aguas que terminan afectando a los peces y de ahí llega a nuestra mesa)
  • PERFLUORADOS. Usados en envoltorios de alimentos y algunos utensilios de cocina, y con aparente interferencia con el sistema hormonal tiroideo.

¿CUÁL ES EL IMPACTO EN LA SALUD DE LA MUJER?

Son numerosos los estudios que sugieren interferencia principalmente con el sistema hormonal esteroide, en concreto con los estrógenos, denominándose xenoestrógenos a los disruptores que actúan imitando a estas hormonas.

Por ejemplo, existen estudios en animales en los que relacionan altas dosis de bisfenol A con el desarrollo de síndrome de ovario poliquístico, elevación de testosterona y estrógenos, disminución de progesterona y alteración de la secreción de LH.

También algunos disruptores parecen estimular la proliferación endometrial y el desarrollo de endometriosis peritoneal en animales. Incluso algunos estudios relacionan un incremento de miomas a mayores niveles de disruptores en plasma. En cuanto al cáncer de mama, se observaron mayores niveles de estos químicos también.

En el importante y llamativo aumento de problemas de fertilidad, tanto femeninos como masculinos, con pérdida de calidad seminal y ovocitaria, parece tener cada vez más peso la influencia negativa de los disruptores endocrinos.

El paulatino adelanto de la edad de la menarquia en niñas parece estar relacionado con la actividad nociva de estos xenoestrógenos.

No parece, por tanto, poca la importancia y el impacto que tiene nuestra exposición a sustancias químicas. Aplicar el sentido de cautela y precaución parece más que interesante en el cuidado de nuestra salud, con más razón aún si estás embarazada.

¿QUÉ PODEMOS HACER?

La información no tiene que provocar preocupación indebida, ni miedos ni obsesiones, ni sacar conclusiones erróneas. Es importante saber que los efectos de estos disruptores endocrinos pueden ser sutiles, que no todas las personas son igualmente susceptibles y que muchas veces los efectos sólo son valorables a nivel poblacional (no individual). Y entender que la gran mayoría de los problemas de salud no dependen de una única causa. Mantener unos hábitos saludables siempre es buena idea.

Vivimos en un entorno y debemos aprender a vivir en él. Pero eso requiere tomar consciencia de este problema, intentando mejorarlo y cambiarlo según nuestras posibilidades, aplicando el sentido común e introduciendo pequeños gestos rutinarios y sencillos para el mejor cuidado de nuestra salud, nuestras familias y nuestro entorno. 

Observar, leer e informarse nos hará tomar poco a poco las mejores decisiones.

TIPS PARA REDUCIR LA EXPOSICIÓN

  • Lavarse bien las manos (no con gel hidroalcohólico) y ventilar bien el domicilio.
  • Evitar, en la medida de lo posible, envoltorios y productos plásticos. Envasar comidas en cristal, evitar comprar productos enlatados.
  • Consumir, si es posible, productos ecológicos en la alimentación como en la limpieza de la casa.
  • Reducir ingesta de grasa animal, donde se acumulan toxinas.
  • En cosmética e higiene, optar por productos con ingredientes naturales.
  • Evitar insecticidas y optar por repelentes naturales.
  • Usar botellas reutilizables de vidrio o acero inoxidable.
  • Usar sartenes libres de PFOA (buscar etiqueta donde lo ponga).
  • Protector solar con filtros minerales.
  • Elegir tejidos de algodón orgánico y productos para casa con «ecoetiqueta».
  • Evitar manipular tickets de compra de las cajas (sueltan bisfenol).
  • Gestión menstrual sostenible (bragas menstruales de algodón, compresas de tela, copa de silicona médica).

Referencias:

  1. Libérate de tóxicos. Nicolás Olea. RBA libros. 2019.
  2. Environmental toxinas and the impact of other endocrine disrupting chemicals in women´s reproductive health. Mauri José Piazza and Almir Antonio Urbanetz. JRBA Assist Reprod. 2019 Apr-Jun 23(2): 154-164
  3. Endocrine-disrupting chemicals and reproductive health. Marya G Zltanik. J Midwifery Women´s Health. 2016. Jul; 61 (4) 442-55