¿Y si el primer objeto que creó el ser humano fue un recipiente? ¿Qué importancia puede tener esto?

Quedé atrapada estos días con el magnífico ensayo “The Carrier Bag Theory of Fiction” (La teoría de ficción del bolso de mano), en el que Ursula K. Le Guin plantea (como otros teóricos también hicieron) que en la historia del origen de la humanidad probablemente el primer objeto creado y el más importante haya sido un recipiente, entendido como cualquier artilugio capaz de contener algo en su interior. Propone que antes de desarrollar una herramienta que saca la energía fuera de casa (como puede ser un objeto utilizado como arma), se desarrolló la herramienta que trae la energía a casa.

Los primeros humanos eran principalmente recolectores, antes que cazadores, y para poder transportar esos frutos de su cosecha, poder almacenar lo que sobraba y poder consumirlos en los siguientes días, necesitaban un recipiente donde ubicarlos. Ese excedente de la recolección habría permitido tener más tiempo libre y más energía para gastar en ir a cazar (y los que iban eran aquellos que no estaban entretenidos cuidando a un bebé, entre otras labores).

Sí, volvían con carne. Pero lo que marcaba la diferencia era que venían con una historia que contar. Esas historias tenían una tensión, un conflicto, una víctima y, finalmente, un héroe. Esas historias, alrededor de una hoguera, lineales y directas, más sencillas de contar, no podían competir en atractivo y emoción con las historias que narraban cómo fue el día cosechando moras. Y es esa narración épica, en una historia tras otra historia, laque crea la Historia.  Obviamente su configuración es mucho más compleja que todo esto, pero es la historia que se cuenta lo que marca la diferencia y, a fin de cuentas, es la Historia la que nos dota de identidad.

Tradicionalmente se considera que la cultura occidental nace en la Antigua Grecia. Muchos teóricos toman el inicio de la literatura occidental en las epopeyas (el subgénero literario más antiguo del que se tiene conocimiento), que por su forma favorecen la oralidad, pudiendo ser cantadas y memorizadas más fácilmente, y que relatan hechos trascendentales en torno a un personaje heroico que representa a un pueblo, una cultura. La Ilíada y La Odisea, atribuidas a Homero, marcaron esa línea de salida, engendrando lo que somos en Occidente.

Pero, para Ursula, ésta no es una narrativa con la que todos, como seres humanos, podamos sentirnos identificados. Al menos ella no, hasta el punto de sentirse defectuosa o ni tan siquiera humana. “Claro, ellos dijeron. Lo que tú eres es una mujer. Posiblemente no humana, ciertamente defectuosa. Ahora estate callada mientras seguimos contando la Historia del Ascenso del Hombre, el Héroe.”  Pero si, como dice, es algo humano poner algo útil, comestible o bello en un bolso o en una canasta encima de la cabeza, para llevarlo a casa, almacenarlo, comerlo después o compartirlo, si hacer eso es humano, entonces ella finalmente sí podría pertenecer a la especie humana.

La importancia del recipiente no está en si fue el primer objeto creado o no: su importancia radica en la narración que trae consigo. Como dice Siobhan Leddy, la teoría podría cambiar totalmente los fundamentos narrativos de una humanidad basada en la dominación por una narrativa basada en recoger, sostener y compartir.

Lo que me maravilla de esta teoría son las posibilidades infinitas que se abren si la forma de contar las historias hubiera sido distinta, si fuera hoy en día distinta. El profundo significado ideológico que tiene esta teoría detrás. ¿Cuál es nuestro lugar dentro del relato? Las mujeres no hubiéramos sido silenciadas o relegadas a un rol muy concreto. La Historia (al menos la Occidental) no tendría una única versión lineal, con una secuencia continua de victorias y derrotas, como nos contaron. Sabemos de lanzas, palos, estacas, espadas, fusiles, pistolas, cañones, misiles, bombas nucleares… Pero dónde están las vasijas, las botellas, los cestos, los canastos, los vasos, las redes… Dando un paso más allá: nuestro útero probablemente tendría, por lo menos, el mismo protagonismo que un falo.

Qué pasaría si la narración fuera distinta hoy en día… Sin un adversario al que derrotar (pongamos como claro ejemplo actual el coronavirus) y sin héroes (siempre los mismos) que se quieran subir a un pedestal. Intentar dominar la naturaleza, a todos los niveles, está demostrando ser un acto de autodestrucción.

El planeta como el gran contenedor de vida, donde todos (humanos, animales, plantas) somos coprotagonistas y no adversarios, nuestros hogares como los contenedores de las personas que amamos, nuestros cuerpos como los recipientes materiales de cuanto somos, nuestros úteros como recolectores y dadores de vida.

Honrando y cuidando lo que contenemos y nos contiene, desde lo más pequeño hasta lo más grande, como las pequeñas matrioskas, siendo recolectoras de amor, salud, energía; quizás así podremos vivir una vida mejor y cambiar la narración. Seguramente esto no sea fácil, seguramente es mucho más sencillo y resulta más atractivo contar las historias como se viene haciendo hasta ahora, pero no está sirviendo, al menos no a la mayoría.

Esto son solamente pensamientos, ideas al aire y ahora por escrito para intentar abrir una puerta a la reflexión profunda que brinda el texto de Ursula K. Le Guin.  Quizás así podamos aprender a contar historias de otra manera y crear otros mundos. Quizás, remontándonos a nuestros orígenes y mirando desde otra perspectiva, podamos encontrar un punto de partida para comenzar a sanar como sociedad. Quizás podamos comprender y demostrar que otras historias son posibles, sin vencedores ni vencidos. Nuestras historias.

Referencias:

Ursula k. Le Guin. The Carrier Bag Theory of Fiction (1986)

Siobhan Leddy, https://theoutline.com/post/7886/ursula-le-guin-carrier-bag-theory?zd=1&zi=f35hj7ib